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La ley eterna está pasivamente en la naturaleza irracional, como las instrucciones están en una máquina, mientras que también está activamente en el hombre

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La ley eterna está pasivamente en la naturaleza irracional, como las instrucciones están en una máquina, mientras que también está activamente en el hombre

«Por eso, cuando el salmista dice, 'sacrificad un sacrificio de justicia', casi como buscando entender cuáles son las obras de justicia, añade: 'muchos se preguntan: ¿quién nos mostrará las cosas buenas?', a lo cual responde diciendo: 'sellada está sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor', por la cual discernimos qué es lo bueno y lo malo, lo cual pertenece a la ley natural, que no es otra cosa que la impresión de la luz divina en nosotros. De donde resulta patente que la ley natural no es otra cosa que la participación en la ley eterna de la criatura racional»130.

De acuerdo con el texto anterior, el discernimiento práctico del bien y del mal compete a la ley natural. Ahora bien: si tal discernimiento es competencia de la ley es porque ésta es, como apuntábamos antes algo de la razón, puesto que es a la razón a la que le corresponde conocer y discernir. Por eso –importa subrayarlo131–, la ley natural, en sentido estricto, no está presente en las criaturas irracionales: éstas, como se ha dicho, participan de la ley eterna sólo de una manera pasiva; en ellas la ley eterna está presente de modo análogo a como unas instrucciones de uso están presentes en una máquina, que nada sabe de ellas, y que, sobre todo, no es capaz de regir su propio funcionamiento. Esto último es privilegio exclusivo de la criatura racional, del hombre, lo cual no significa, como apuntábamos antes, que la suya sea una autonomía total: porque tal privilegio lo tiene el hombre en virtud de su participación activa en la ley eterna, posible por el conocimiento natural de los primeros principios prácticos, de los fines o bienes que naturalmente convienen al hombre132.

130.      S. Th. I-IIae, Q. 91, a. 2, sol.

131.      Es un punto este que los autores de la moral autónoma han destacado frente a la manualística anterior que había propagado una imagen un tanto naturalista de la ley natural. Cfr. BÖCKLE, F., Fundamentalmoral, p. 90.

132.      Cfr. RHONHEIMER, M., La prospettiva della Morale, p. 229

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