RESUMEN:
La bienaventuranza perfecta no puede consistir en ver a Dios sólo por medio de las cosas creadas, sino que ha de consistir en verle a Él directamente. Y esto por tres razones: 1º Porque la perfecta bienaventuranza implica ya reposo de los apetitos, porque ya no queda nada que desear; 2º La bienaventuranza de la mente consiste en unirse a Dios, y tal unión ha de ser prefecta, sin intermediarios de ningún tipo, pues nada de lo creado representa adecuadamente a Dios, principal objeto del deseo; 3º «En tercer lugar, según el recto orden, las cosas menos conocidas llegan a ser conocidas por aquellas que lo son más; y del mismo modo, LAS COSAS QUE SON PEORES SE AMAN POR LAS QUE SON MEJORES. COMO DIOS, QUE ES LA VERDAD PRIMERA Y LA SUMA BONDAD, ES MÁXIMAMENTE COGNOSCIBLE Y AMABLE POR SÍ MISMO, EL ORDEN NATURAL EXIGE QUE TODO SEA CONOCIDO Y AMADO POR ÉL. Si es necesario dirigir la mente de alguien al conocimiento y AMOR de Dios por medio de las criaturas, esto sucede por la propia imperfección del cognoscente, que no ha alcanzado todavía la bienaventuranza perfecta que excluye toda imperfección».
TEXTUAL:
§581.
[La mente humana busca contemplar a Dios de dos modos: en sí mismo y por medio de las cosas creadas. La bienaventuranza perfecta no puede consistir en ver a Dios sólo por medio de las cosas creadas, sino que ha de consistir en verle a Él directamente. Y esto por tres razones]
En primer lugar, porque, como la bienaventuranza significa el fin de todos los actos humanos, no puede consistir la verdadera y perfecta bienaventuranza en una cosa que no tenga cualidad de término, porque sólo implique una mutación conducente al fin, pero no el fin mismo. El conocimiento y el amor de Dios obrados de una manera mediata, se producen por cierto movimiento del intelecto humano que va de una cosa por medio de otra. Por ello la verdadera y perfecta bienaventuranza no se encuentra en eso.
En segundo lugar, si la bienaventuranza de la mente humana consiste en unirse a Dios, se sigue que la bienaventuranza perfecta exige la unión perfecta con Dios. Pero es imposible que el intelecto se una perfectamente con Dios ?ni por conocimiento ni por amor por medio de ninguna criatura, porque toda forma creada es infinitamente incapaz de representar la esencia divina. Por tanto, al igual que no es posible que las cosas de un orden superior sean conocidas por una forma de un orden inferior, como por ejemplo, una substancia espiritual por medio de un cuerpo, o un cuerpo celeste por medio de un elemento; así, mucho menos la esencia de Dios puede ser conocida por una forma creada. Sin embargo nosotros percibimos de un modo negativo la naturaleza de los cuerpos superiores considerando los inferiores, cuando afirmamos por ejemplo que no son ni pesados ni ligeros; y observando los cuerpos por vía negativa conocemos que los ángeles son inmateriales e incorpóreos. Por ello, también lo que nosotros conocemos de Dios por medio de las criaturas, no es lo que Dios es, sino más apropiadamente, lo que no es. De modo semejante la bondad de una criatura, sea la que fuera, es una cosa mínima respecto a la bondad divina, que es la bondad infinita. Por esta razón las buenas cualidades de las cosas que proceden de Dios, que son beneficios divinos, no elevan la mente hasta el amor perfecto de Dios. Por consiguiente, no es posible que la bienaventuranza verdadera y perfecta consista en que el intelecto se una a Dios por medio de otra cosa.
En tercer lugar, según el recto orden, las cosas menos conocidas llegan a ser conocidas por aquellas que lo son más; y del mismo modo, LAS COSAS QUE SON PEORES SE AMAN POR LAS QUE SON MEJORES. COMO DIOS, QUE ES LA VERDAD PRIMERA Y LA SUMA BONDAD, ES MÁXIMAMENTE COGNOSCIBLE Y AMABLE POR SÍ MISMO, EL ORDEN NATURAL EXIGE QUE TODO SEA CONOCIDO Y AMADO POR ÉL. Si es necesario dirigir la mente de alguien al conocimiento y AMOR de Dios por medio de las criaturas, esto sucede por la propia imperfección del cognoscente, que no ha alcanzado todavía la bienaventuranza perfecta que excluye toda imperfección.
FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Compendio de Teología (Libro) , , Ed.Rialp, 1980 Madrid Libro II: [Sobre la Esperanza]
FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Compendio de Teología Ed. Rialp, Madrid, 1980 (1269)
CLAVES: Fin último del hombre > Bienaventuranza > En qué consiste