RESUMEN:
«Ya que el fin en el orden de las apetencias es el principio en el orden intelectual, la voluntad puede ser arrastrada hacia cosas contrarias hasta que haya llegado al conocimiento o goce del fin último, en que necesariamente ha de fijarse. En efecto, sería contrario a las condiciones de la felicidad perfecta que el hombre, en tal estado, pudiera ser arrastrado a cosas contrarias, y no estuviese totalmente exento del temor de perder dicha felicidad, lo cual impediría el reposo perfecto de su deseo»
TEXTUAL:
CAPITULO 166 Todos los que ven a Dios están confirmados en el bien
§330. Esto mismo [que la voluntad descanse inamoviblemente en Dios] puede verse, por analogía, en las cosas inteligibles. Nuestra inteligencia, por causa de la duda, puede vagar hasta llegar a un primer principio en el que necesariamente debe detenerse. Ya que el fin en el orden de las apetencias es el principio en el orden intelectual [cf. Aristóteles, Physica, lib. 2, cap. 9; cf. Sto. Tomás, IN Physica Aristotelis, lib. 2, lect. 15], la voluntad puede ser arrastrada hacia cosas contrarias hasta que haya llegado al conocimiento o goce del fin último, en que necesariamente ha de fijarse. En efecto, sería contrario a las condiciones de la felicidad perfecta que el hombre, en tal estado, pudiera ser arrastrado a cosas contrarias, y no estuviese totalmente exento del temor de perder dicha felicidad, lo cual impediría el reposo perfecto de su deseo. Por esta razón se dice en el Apocalipsis, hablando del bienaventurado: «Y no saldrá jamás fuera» (Apc 3, 12).
FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Compendio de Teología (Libro) , , Ed.Rialp, 1980 Madrid Libro I: [Sobre la Fe]; Parte I: [Sobre Dios uno y Trino]; Tratado III: [Sobre las obras de Dios], Secc.2ª [Sobre el gobierno del mundo]
FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Compendio de Teología Ed. Rialp, Madrid, 1980 (1269)
CLAVES: Fin último del hombre > Bienaventuranza > Inamovible