RESUMEN:
A Dios sólo puede rechazarle la criatura racional por algunos EFECTOS de la divina providencia que se puedan presentar como contrarios a la voluntad humana (v.gr. por las penas inferidas, o por los preceptos que parecen gravosos). Pero NUNCA nadie puede rechazarle por su esencia, porque Él es la suma bondad, causa y fin de nuestros deseos.
TEXTUAL:
Arg.3. Nadie apetece aquello de lo que se aparta; pero algunos se apartan de Dios, puesto que lo odian, como leemos en Sal 83,23: "La soberbia de le quienes te odian aumenta continuamente", y en Job 21,14 se dice: "Dijeron a Dios, apártate de nosotros". Luego no todas las cosas apetecen a Dios.
Ad. 3 Podemos considerar a Dios de dos formas: en sí mismo o en sus efectos. En sí mismo no puede no ser amado, pues es la esencia misma de la bondad, por eso es amado por todos los que le ven por esencia, y allí cada uno ama cuanto conoce. En algunos de sus efectos, en cambio, en cuanto que son contrarios a la voluntad, como ocurre con las penas inferidas o los preceptos que parecen gravosos, Dios puede resultar rechazable y de algún modo odioso. No obstante, es necesario que quienes lo odian por algunos de sus efectos, lo amen por otros efectos, así incluso los demonios, según Dionisio en el cap. 4 De divinis nominibus, apetecen por naturaleza ser y vivir y, por eso mismo, apetecen y aman a Dios.
FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 (Libro) , , Ed.BAC, 2003 Madrid Q. sobre el apetito del bien, art.2 Si todas las cosas apetecen a Dios mismo (De Veritate, q.22)
FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 Ed. BAC, Madrid, 2003
CLAVES: Fin último del hombre > Rechazo del fin último