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IGLESIA CATÓLICA > Relación Iglesia-Estado

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RESUMEN:
La separación religión y Estado es un logro del cristianismo



TEXTUAL:
p.258

Card. Ratzinger: La idea de la separación de la Iglesia y del Estado se debe al cristianismo. Antes del cristianismo había una identidad entre la constitución política y la religión. En todas las culturas, el Estado poseía carácter sagrado y, por tanto, era también el supremo guardián de lo sagrado. Esto ya era así en la prehistoria del cristianismo, en el Antiguo Testamento. En Israel estaba, al principio, entremezclado. Pero, cuando la fe del pueblo de Israel pasó a ser la fe de todos los pueblos, su identificación política se disolvió y se convirtió en un elemento que sobrepasaba las diferencias y separaciones políticas. Y ese fue, en realidad, el punto de confrontación entre el cristianismo y el Imperio romano. El Estado había tolerado las religiones privadas pero siempre con la condición de que se reconociera el culto al Estado, la cohesión del firmamento de los dioses bajo los auspicios de Roma, y de que la religión del Estado se colocara por encima de todas las religiones privadas, como punto superior de convergencia.



Pero el cristianismo no aceptó esas condiciones; suprimió el carácter sagrado del Estado y, con ello, cuestionó la construcción fundamental de todo el Imperio romano, es decir, del antiguo mundo. Así que, después de todo, esa separación es, en su origen, un legado cristiano al mismo tiempo que un factor determinante para la libertad. El Estado, por tanto, ya no es un poder sagrado, sino sólo un orden limitado por una fe que no adora al Estado, sino a un Dios que está por encima de él y que, además, es su juez. Eso era algo nuevo y pudo expresarse de diversas formas según la situación de cada sociedad. En este sentido, la evolución de ese modelo de separación entre Iglesia y Estado, a partir de la Ilustración, se ha realizado, y tiene aspectos positivos. Lo negativo es que la época moderna lleve consigo una reducción de la religión a la esfera subjetiva, produzca de nuevo un absolutismo del Estado, como se advierte claramente en Hegel.



El cristianismo, por su parte, nunca quiso ser considerado religión de Estado, al menos al principio; quería distinguirse del Estado. Estaba dispuesto a rogar por el emperador, pero no a ofrecerle sacrificios. Además, había conquistado derechos públicos, es decir, ya no era solamente un sentimiento subjetivo -«todo es sentimiento», decía Fausto-, sino que había conseguido ser una verdad de la cual podía hablarse abiertamente y que establecía sus propias normas de conducta y, en cierta medida, también obligaba al Estado y a los poderosos de este mundo. En ese sentido, yo creo que el desarrollo de la Edad Moderna trajo consigo lo negativo del subjetivismo, pero también tuvo su lado positivo, que es la combinación de una Iglesia libre en un Estado libre, si se puede hablar así. Esta situación ofrece la posibilidad de profesar una fe más viva, más motivada, más libre, que se debe oponer a la subjetivación, y que debe intentar todavía transmitir su mensaje en el ámbito público.



FUENTE:
RATZINGER, Joseph: La sal de la tierra (Libro) , , Ed.Palabra, 2005 Madrid 258



FUENTE AMPLIADA:
RATZINGER, Joseph: La sal de la tierra Ed. Palabra, Madrid, 2005 (1996)



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