RESUMEN:
La revolución nominalista supuso la separación entre felicidad y moralidad, y sobre todo, la pérdida de la dimensión moral del orden de la naturaleza.
TEXTUAL:
p. 394, §.3 La separación realizada por Ockham entre la libertad y las inclinaciones naturales es de gran calado, pues alcanza, a través de santo Tomás [que recoge buena parte de la tradición sobre la ley natural], todo el pensamiento antiguo, los filósofos y los Padres. Esto se aprecia fácilmente si estudiamos las disputas entre las grandes escuelas de la antigüedad tal y como, por ejemplo, las recoge Cicerón en el De finibus bonorum et malorum y en el De officiis.
En primer lugar, encontramos el famoso principio del sequi naturam, la conformidad con la naturaleza, que no debemos entender como una inclinación de orden biológico, pues concierne principalmente a la naturaleza racional, caracterizada por la aspiración al disfrute, del bien, a la verdad y a la comunicación con los demás hombres. (...)
El segundo principio está unido con el anterior. Toda la discusión moral se concentraba en la cuestión de la beata vita: ¿Cuál es la felicidad para el hombre y cuáles son las vías para alcanzarla? La felicidad es la primera aspiración de la naturaleza humana; es también su perfección. Si se sigue la naturaleza, es para obtener la bienaventuranza que ella misma propone al hombre como su término y su cumplimiento final. En este punto no hay discusión. Todas las divergencias nacen cuando se elabora la respuesta a esta cuestión común a todos los hombres.
Los Padres no se contentaron con adoptar estos principios filosóficos; los profundizaron y fortificaron a la luz de la Revelación cristiana. Vieron en la naturaleza la obra directa del Dios creador del Génesis y del Verbo del Evangelio de San Juan. En su espíritu, el sequi naturam corresponde al sequi Deum y al sequi Christum de las Escrituras; queda personalizado bajo esta nueva luz. Así podemos comprender el proceder de santo Tomás, bastante insólito para nosotros, su marcada preferencia por los ejemplos tomados del orbe físico, incluso cuando se trata de explicar movimientos de orden espiritual: para él, la acción de Dios se manifiesta de una manera particularmente clara en los movimientos de los seres que están enteramente sometidos a la naturaleza, es decir, al gobierno divino, sin ser perturbados por la intervención de una libertad con frecuencia deficiente. Podemos, pues, tomar de ahí modelos para las acciones humanas, siempre y cuando sepamos hacer intervenir la analogía.
FUENTE:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana, Ed.Eunsa, 2000 Pamplona CAPÍTULO XIII LATEOLOGÍA MORAL EN EL PERÍODO ACTUAL
FUENTE AMPLIADA:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana Ed. Eunsa, Pamplona, 2000 (1985)
CLAVES: Nominalismo > La «explosión nominalista»