"Se ha convencido a nuestros contemporáneos que para ser libre no se debía depender de nadie. Hay allí un error trágico. Los occidentales están persuadidos que recibir es contrario a la dignidad de la persona humana. Pero el hombre civilizado, él es fundamentalmente heredero: él recibe una historia, una cultura, un idioma; él recibe una religión, una fe, un nombre, una familia, una tradición, una patria… El hombre civilizado es un heredero. Eso es lo que lo distingue del bárbaro. Rechazar el inscribirse en una red de dependencia, de tradición, de herencia, de filiación, nos condena a entrar desnudos en la jungla de la competencia de una economía abandonada a ella misma, porque del rechazo de aceptarse como heredero, el hombre se condena al infierno de la mundialización liberal sin referencias morales ni éticas, donde los intereses individuales se enfrentan sin ninguna otra ley que la del beneficio a cualquier precio"
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