La inclinación natural al fin propio constituye la participación de la ley eterna en el hombre, según el modo común a todas las criaturas de esta participación. El conocimiento natural de los principios de la razón práctica, constituye el modo específico, y añadido al anterior, en que se da en el hombre esa participación; y es este conocimiento lo que cabe entender como ley natural en el hombre, como participación en él de la ley eterna, y lo que cabe entender así en sentido más estricto que en el caso de las criaturas irracionales, en las que esa participación sólo se da como inclinación, pero no como conocimiento137 CRUZ PRADOS, Alfredo: Deseo y verificación, Eunsa, Pamplona, 2015, p. 173
137. ST, I-II, q. 91, a. 2, c. y ad. 2 y 3; q. 93, a. 6, c.