Donde no hay verdad, se imponen los intereses y la fuerza
Y es que solo si hay lugar para una verdad común a todos, cabe trascender los intereses meramente privados; solo la apelación a una verdad y a un bien que se sustraiga en principio a interpretaciones interesadas, pone realmente a salvo de la tiranía. Por el contrario, si no hay verdad solo queda el interés particular, oculto tras una retórica más o menos hábil, más o menos persuasiva. Ana Marta GONZÁLEZ, Moral, razón y naturaleza, 2ª ed., Eunsa, Pamplona 2006, p. 19