Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos, Gredos, 1993, p
Libro I, Cap.6 (p.55)
Con razón decimos que el fundamento del escepticismo
es la esperanza de conservar la serenidad de espíritu. En
efecto, los hombres mejor nacidos, angustiados por la con-
fusión existente en las cosas y dudando de con cuál hay
que estar más de acuerdo, dieron en investigar qué es la
Verdad en las cosas y qué la Falsedad; ¡como si por la
Libro I, Cap 7 (p.61)
En efecto, cuando el escéptico, para adquirir la serenidad de espíritu, comenzó a filosofar sobre lo de enjuiciar las representaciones mentales y lo de captar cuáles son ver- daderas y cuáles falsas, se vio envuelto en la oposición de conocimientos de igual validez y, no pudiendo resolverla, suspendió sus juicios y, al suspender sus juicios, le llegó como por azar la serenidad de espíritu en las cosas que dependen de la opinión. Pues quien opina que algo es por naturaleza bueno o malo se turba por todo, y cuando le falta lo que parece que es bueno, cree estar atormentado por cosas malas por naturaleza y corre tras lo —según él piensa— bueno y, habiéndolo conseguido, cae en más preocupaciones al estar excitado fuera de toda razón y sin medida y, temiendo el cambio, hace cualquier cosa para no perder lo que a él le parece bueno. Por el contrario, el que no se define sobre lo bueno o malo por naturaleza no evita ni persigue nada con exasperación, por lo cual mantiene la serenidad de espíritu.