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La legitimidad consiste en el consentimiento otorgado al poder, que comporta la disposición a la obediencia, es decir, la aceptación de la capacidad de obligar del poder.

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p. 391 Esencialmente, la legitimidad consiste en el consentimiento otorgado al poder, que comporta la disposición a la obediencia, es decir, la aceptación de la capacidad de obligar del poder. Esto supone el reconocimiento del poder; y este reconocimiento –reconocernos en el poder– significa una forma de identificación con el poder. Esta identificación puede llevarse a cabo a través de diversas fórmulas, en función de diferentes criterios. Pero sean cuales sean los fundamentos de la legitimidad, el papel de estos fundamentos consiste siempre en proporcionar una vía para la identificación de una comunidad política –de un pueblo– con su correspondiente poder. En una comunidad política, en una comunidad de ciudadanos libres e iguales, el poder es legítimo cuando –de un modo o de otro– el mandato del poder puede ser visto como propio, es decir, como auto-imposición, como auto-dominio. Una legitimidad que no consistiera en esta identificación, no sería, estrictamente hablando, una legitimidad política: no sería la legitimidad de un poder político.

(...) El que autoriza que se haga algo –dice Tomás de Aquino–, es también autor de tal acción [TOMÁS DE AQUINO, S. Th., II-II, q. 64, a. 3, ad. 1.]. Un poder legítimo es un poder que –en virtud de algún criterio o razón– ha sido autorizado por la polis; y esta autorización convierte al poder en autor de actos de la polis, y a la polis, en autora de actos del poder.



p. 397 Una ley es auténtica ley para una comunidad política, si dicha ley es de la misma comunidad política, en el doble sentido de esta expresión: pasivo y activo. La legitimidad del poder tiene el sentido de convertir el mandato del poder en auto-imposición, en auto-dominio; de hacer que la ley obligue realmente, por constituir una forma de auto-obligación; de elevar los actos del poder a la condición de actos de la polis. Un poder es legítimo cuando puede ser visto como nuestro, y, por tanto, cuando su acción de decidir puede ser entendida como nuestra acción de decidirnos en cuanto polis: como acción auténticamente política.

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