p. 146 Para el pensamiento clásico –y para Aristóteles en particular–, la ética era parte de la política. La razón de esto es clara: la ética que era objeto de consideración era la ética del ciudadano. Y, a su vez, la razón de esta particularidad se encuentra en que la excelencia en cuanto ciudadano era considerada como la excelencia propiamente humana, por cuanto el ethos ciudadano representaba el ethos humano por excelencia. Nosotros podemos pensar que el ethos ciudadano no es el único ethos auténticamente humano, y que la ética no se reduce por tanto a la ética política. Pero, aún así, la cuestión que queda pendiente es qué relación existe entre la ética política –la excelencia como polités– y las demás éticas, en el caso de un hombre que es miembro de una polis, que es un ciudadano. Esta relación dependerá de la relación que haya, a su vez, entre la polis y los demás ethoi objetivos.
p. 146 El tema de la ética es la perfección ética, es decir, la excelencia en el modo de poseer un ethos; y esta excelencia es en lo que consiste la virtud o, mejor dicho, las virtudes. La ética política, en concreto, constituye la reflexión sobre la excelencia en el modo de poseer un ethos determinado: el ethos que llamamos polités o ciudadano. Y este ethos es el ethos subjetivo que corresponde –y cuya definición material se debe– a un ethos objetivo, también determinado: la polis, que es el objeto de la política. Como antes dijimos, la ética es siempre la ética de un ethos. Sin definir el ethos político, la polis, es decir, sin filosofía política, no cabe ética política.