Precisamente en esos términos entienden Hume (Cfr. HUME, D., A Treatise of Human Nature, Bk. III, I, Oxford, Clarendon Press, 1967, p. 475) o Stuart Mill75 la naturaleza y lo natural, y por ello retirarán a lo secundum naturam toda relevancia normativa: si la naturaleza es una mera instancia fáctica, y lo natural es entendido exclusivamente en términos de espontaneidad, apelar a la naturaleza como norma es todo menos moral. Lo natural pasa a designar simplemente lo normal en sentido estadístico, no habiendo razón alguna que dé razón de esa superioridad estadística. Que esto sea lo natural, es una cuestión de hecho. Ciertamente, reducir la naturaleza al estatuto de hecho, conlleva aceptar a continuación que las excepciones a «lo natural» gocen del mismo estatuto fáctico que «lo natural»: no hay razón alguna que permita considerar una conducta o un proceso como más natural que otro. Como ejemplo de lo anterior, puede considerarse el siguiente texto de Mill, con el que prácticamente concluye su conocido ensayo «Nature»:
«La palabra 'Naturaleza' tiene dos significados principales: o bien denota el entero sistema de las cosas, con el agregado de todas sus propiedades, o bien denota las cosas tal y como serían con independencia de la intervención humana. En el primero de los sentidos, la doctrina de que el hombre debe seguir la naturaleza, carece de significado, pues el hombre no tiene poder para hacer otra cosa que seguir la naturaleza; todas sus acciones son realizadas a través de, y en obediencia a, algunas, una, o muchas de las leyes físicas o mentales de la naturaleza. En el otro sentido del término, la doctrina de que el hombre debe seguir la naturaleza, o, en otras palabras, que debe constituir el curso espontáneo de las cosas en modelo de sus acciones voluntarias, es igualmente irracional e inmoral. Irracional porque cualquier acción humana, consiste en alterar, y toda acción útil consiste en mejorar el curso espontáneo de la naturaleza; inmoral, porque el curso de los fenómenos naturales, repleto con todo lo que cuando es cometido por seres humanos es más merecedor de horror, cualquiera que procurase en sus acciones imitar el curso natural de las cosas sería visto y reconocido universalmente como el más depravado de los hombres (…)»76 Cfr. MILL, J. S., «Nature», en Three Essays on Ethics, Religion and Society, (1874), Ed. J. M. Robson, University of Toronto Press, Routlege & Kegan Paul, 1969, pp. 374, 375; cfr. p. 377, p. 401.