RESUMEN:
La conciencia, al ser la aplicación del conocimiento al acto, y al ser el hábito de los primeros principios prácticos una impresión de la luz divina en nosotros, la conciencia obliga por virtud de la luz que en nosotros está impresa. Por eso el peso de la conciencia tiene el mismo peso que el de la ciencia que presupone, cuyos principios están impresos por Dios en el hombre mediante el hábito de la primeros principios prácticos o sindéresis
TEXTUAL:
ARTICULO 3 ¿Obliga la conciencia?
SOLUCIÓN. Ha de decirse, sin duda, que la conciencia obliga. Para ver cómo obliga la conciencia, hay que tener presente que la obligación transferida metafóricamente de las cosas materiales a las espirituales, conlleva imposición de necesidad. Quien está ligado, está en la necesidad de permanecer en el lugar donde está ligado. Se le priva del poder de ir a otro sitio. Por lo que es patente que la obligación no se da en cosas de suyo necesarias, pues no podemos decir que el fuego está obligado a tirar hacia arriba, puesto que hacia arriba tira necesariamente. Se da sólo en aquellas cosas necesarias en las que otro impone la necesidad.
Doble es la necesidad que otro agente puede imponer. Una, de coacción, por la que alguien ha de hacer necesariamente lo que la acción del que coacciona determina; de otra suerte, se llamaría propiamente inducción y no coacción. La otra necesidad está condicionada por la suposición del fin. Esta necesidad se impone a alguien cuando se condiciona la consecución del premio a hacer algo. La necesidad primera, que es de coacción, no cabe en los movimientos de la voluntad, sino sólo en las cosas corporales, dado que la voluntad es naturalmente libre de coacción. La segunda puede imponerse a la voluntad, de manera que sea necesario elegir esto, si debe conseguir este fin o si ha de evitar este mal. En estas cosas, carecer del mal se reduce a lo mismo que tener el bien, como es patente en el Filósofo, Eticos V [V, 1, (1129b8)]. Así como la necesidad de coacción se impone a las cosas corporales por alguna acción, impónese así también, por una acción, esta necesidad condicionada a la voluntad. El imperio del rey o del gobernante es la acción por la que se mueve la voluntad, de donde que el Filósofo en Metafisica V [V 1, 1013a10] diga que el rey es el principio del movimiento por su mandato.
El mandato del gobernante que obliga en el ámbito de lo voluntario, tal como es posible obligar a la voluntad, tiene una relación similar con la acción corporal que liga las cosas corporales con necesidad de coacción. La acción del agente corporal sólo introduce necesidad en otra cosa por el contacto de la acción con la cosa en la que se obra. Por ello, nadie está ligado por el mandato del rey o de un señor, a no ser que el mandato llegue hasta aquel a quien se manda. Y hasta él llega por el conocimiento. Nadie está obligado por precepto ninguno si no es mediando el conocimiento del precepto. Por eso quien no es capaz del conocimiento del precepto no está ligado al precepto. Ni se dice que un ignorante del precepto esté ligado a cumplir el precepto, a no ser que tenga obligación de conocer el precepto. Si no ha de saberlo ni lo conoce, de ningún modo está ligado por el precepto. Como el agente corporal no obra en las cosas corporales a no ser por contacto, así el precepto no liga en las cosas espirituales a no ser por el conocimiento. Y por tanto, así como es la misma la fuerza por la que el tacto obra y por la que obra la virtud del agente, pues el tacto no obra a no ser por la virtud del agente, y la virtud del agente a no ser mediante el tacto, del mismo modo también es la misma la fuerza por la que el precepto liga y por la que liga el conocimiento, pues la ciencia no liga a no ser por la virtud del precepto y el precepto a no ser por el conocimiento. Por tanto, al no ser la conciencia otra cosa que la aplicación del conocimiento al acto, es manifiesto que la conciencia obliga en virtud del precepto divino.
FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 (Libro) , , Ed.BAC, 2003 Madrid LA CONCIENCIA, ARTICULO 3 Si la conciecia obliga De Veritate, q.17, art.3
FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 Ed. BAC, Madrid, 2003
CLAVES: Conciencia > Obligatoriedad de la conciencia