El hombre quiere negar el hecho de ser una criatura, porque no quiere aceptar la medida ni los límites que trae consigo

la forma más grave del pecado consiste en que el hombre quiere negar el hecho de ser una criatura, porque no quiere aceptar la medida ni los límites que trae consigo. No quiere ser criatura porque no quiere ser medido, no quiere ser dependiente. Entiende su dependencia del amor Creador de Dios como una resolución extraña. Pero esta resolución extraña es esclavitud, y de la esclavitud hay que liberarse. De esta manera el hombre pretende ser Dios mismo. Cuando lo intenta se transforma todo. Se transforma la relación del hombre consigo mismo y la relación con los demás: para el que quiere ser Dios, el otro se convierte también en limitación, en rival, en amenaza. Su trato con él se convertirá en una mutua inculpación y en una lucha, como magistralmente lo representa la historia del paraíso en la conversación de Dios con Adán y Eva (Gen 3,8-13). Se transforma, por último, su relación con el Universo, de modo que se convertirá en una relación de destrucción y explotación. El hombre que considera una esclavitud la dependencia del amor más elevado y que quiere negar su verdad su ser-creado ese hombre no será libre, destruye la verdad y el amor. No se convierte en Dios no puede hacerlo, sino en una caricatura, en un pseudo-dios, en un esclavo de su capacidad que lo desintegra. Pecado, en esencia, es y ahora está claro una negativa a la verdad. Con esto podemos también ahora entender lo que dicen estas misteriosas palabras: «Si coméis de él (es decir, si negáis los límites, si negáis la medida), entonces moriréis» (cfr. Gen 3,3). Significa: el hombre que niega los límites del bien y el mal, la medida interna de la Creación, niega y rehúsa la verdad. Vive en la falsedad, en la irrealidad. Su vida será pura apariencia; se encuentra bajo el dominio de la muerte.
RATZINGER, Joseph: Creación y pecado (sermones pronunciados en la Catedral de Munich en 1981), Eunsa, Pamplona 2005, p. 96