Título: "La tierra está bien, gracias"
Autor: GUY SURMAN
Publicado: Editorial ABC 18 MARZO 2024
Una nueva religión se abre paso en todo el mundo, compitiendo con el cristianismo y el islam como fe dominante. Se trata del ecologismo, una nueva forma de paganismo. Al igual que los paganos de la Antigüedad, los nuevos conversos adoran a la Naturaleza más que a la humanidad. Adoran la Tierra como hacían los griegos antiguos, con el nombre de Gaia la Tierra divinizada Este nuevo paganismo está sin duda arraigado en la psicología más profunda de la humanidad ¿Es una religión revelada? No se conoce ninguna Biblia. Corán o Mesías. Se trata más bien de un conjunto de creencias y prácticas que en los tiempos modernos -los paganos quieren ser modernos o posmodemos- se legitiman mediante afirmaciones científicas. Por supuesto, los ecologistas creyentes argumentarán que el ecologismo es una religión. Pero yo no soy hostil a las religiones ‘per se' y, por tanto, no soy un opositor fanático del ecologismo; es más probable encontrar el fanatismo en el otro lado, entre aquellos que rechazan cualquier debate sobre sus creencias. ¿Creencias? Sí, porque pongo en duda la validez científica de este nuevo paganismo. Y la prueba está en una reciente polémica suscitada por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas. ¿De qué y de quién es-tamos hablando?

Los geólogos, los de verdad, los que tienen conocimientos y se basan en hechos mensurables, se agrupan en una unión internacional. Su legitimidad solo la cuestionan los geólogos aficionados. Por desgracia, en esta ciencia compleja y basada en hechos, los aficionados han superado en número a los expertos; los aficionados suelen hacer más ruido y reciben más cobertura mediática. Así que volvamos a lo que nos dicen los verdaderos expertos.

La Unión Internacional de Ciencias Geológicas acaba de decidir que, contrariamente a lo que afirman los ecologistas, nuestro planeta no ha entrado en una nueva era geológica. Vivimos desde hace unos 11.500 años en lo que los geólogos denominan el Holoceno. En pocas palabras, hace 11.500 años, los glaciares retrocedieron como consecuencia de un ciclo de calentamiento, lo que permitió a los humanos proliferar y colonizar progresivamente el planeta. Desde entonces. el clima ha pasado por fases de enfriamiento y calentamiento. El apogeo del Imperio Romano, por ejemplo, coincidió con un periodo de calentamiento que provocó un aumento significativo de las cosechas de trigo. Esta abundancia benefició sin duda al Imperio. En cambio, en el siglo XVII se produjo un enfriamiento global que se ha descrito como una nueva Edad de Hielo. Los cronistas franceses cuentan que, en Versalles, en la corte de Luis XIV, el vino se congelaba en las copas.

Hoy en día, apenas se discute que hemos entrado en una nueva fase de calentamiento, que no es completamente nueva en el Holoceno. Estos ciclos alteran las condiciones de vida, pero la humanidad se adapta. De hecho, los periodos más fríos son más temibles que los cálidos, ya que provocan hambrunas, mientras que los más cálidos tienden a la abundancia.

Pero los ecologistas, los más religiosos de todos, creen, a diferencia de los geólogos, que hemos salido del Holoceno para entrar en lo que llaman el Antropoceno. Es decir, una metamorfosis de la Tierra comparable a la que tuvo lugar al final de la Edad de Hielo. Los partidarios del Antropoceno creen que la intervención humana, la industria y la producción de energía en particular, están arruinando la Tierra y enfermando a Gaia. Proponen que el punto de partida del Antropoceno sean, de manera simbólica, las explosiones nucleares de Hiroshima. La filosofía que subyace tras el culto del Antropoceno salta a la vista. Pero es una filosofía respetable, no una ciencia. nos dicen los geólogos. La Tierra sigue intacta. Mejor aún. ahora sus recursos permiten vivir a 8.000 millones de personas, frente a los 1.000 millones de hace dos siglos. Las hambrunas han desaparecido, excepto en caso de guerra, y las pandemias están disminuyendo. La pobreza absoluta solo afecta ya al 10 por ciento de la humanidad, que es demasiado, pero insignificante si lo comparamos con los siglos que nos precedieron. El dominio de la ciencia, el conocimiento de la naturaleza y su explotación no han destruido la Tierra y no amenazan a la humanidad, sino todo lo contrario. Por tanto, el neopaganismo verde no se apoya en absoluto en hechos o conocimientos científicos. Entonces, ¿por qué atrae tantos apoyos y se impone como discurso político dominante?

Sin duda porque la humanidad necesita creer. No es casualidad que el neopaganismo prospere sobre todo allí donde las religiones tradicionales están en retroceso, es decir, en el mundo cristiano. Bien lo sabe el Papa Francisco cuando trata de 'ecologizar’ sus homilías para mantener a sus fieles, sin mucho, éxito y partiendo de bases extrañas, porque, que yo sepa, ni Cristo ni Moisés propugnaban el culto a la naturaleza. Nos invitaban a cultivarla. El neopaganismo no nació en China ni en el islam. Surgió como consecuencia del retroceso de la fe cristiana; es una alternativa, como lo fueron otras ideologías en el siglo XX. y el comunismo soviético en particular. Al igual que el comunismo soviético, el neopaganismo no acepta a la humanidad tal y como es; quiere cambiarla.

¿Cambiar al hombre? Este programa prometeico seduce por su pura ambición. Y es irritante, insoportable, hasta el punto de que sus pretensiones están en contradicción con la realidad. Digo con la realidad, no con la verdad. La realidad se puede conocer, describir y estudiar. La verdad es más difícil de reconocer.

Guy Surman ABC 18 MARZO 2024