RESUMEN:
El enmudecimiento de la conciencia en tantas cosas es una enfermedad del alma más peligrosa que la culpa reconocida como culpa.


TEXTUAL:
p.51 (...) el sentimiento de culpabilidad, la capacidad de sentir culpa, pertenece de forma esencial al patrimonio anímico del hombre. El sentimiento de culpa, que rompe la falsa tranquilidad de la conciencia -y que se ; puede denominar como voz de la conciencia contra la existencia autocomplacida- es una señal tan necesaria para el hombre como el dolor corporal, el cual permite conocer la alteración de las funciones vitales normales.

Por lo demás, una mirada a las Sagradas Escrituras podría haber preservado de esos diagnósticos y de las teorías sobre la exculpación por la conciencia errónea. En el Salmo 19, 13 encontramos una proposición que merece la pena tener siempre presente: [Errores quis intellegit? Ab occultis munda me]«¿Quién será capaz de conocer su errores?/ Límpiame de los que se me ocultan». Esto no es objetivismo veterotestamentario, sino profunda sabiduría humana: negarse a ver la culpa, el enmudecimiento de la conciencia en tantas cosas es una enfermedad del alma más peligrosa que la culpa reconocida como culpa. Quien es incapaz de percibir que matar es pecado cae más bajo que quien reconoce la ignominia de su acción, pues está mucho más alejado que él de la verdad y la conversión. No en vano en el encuentro con Jesús el vanidoso aparece como el verdaderamente perdido. El que el publicano, con todos sus pecados mdiscutibles, aparezca ante Dios como más justo que el fariseo, con todas sus obras verdaderamente buenas (Lc 18,9-14), no se debe a que los pecados del publicano no sean pecados ni a que no sean buenas las buenas obras. No s



p. 53 La misma idea, aunque expuesta de otro modo, volvemos a encontrar en Pablo, que nos dice que los gentiles, guiados por la razón natural, sin Ley, cumplen los preceptos de la Ley (cf. Rom 2, 1-16). Toda la teoría de la salvación por ignorancia fracasa ante estos versículos: en el hombre existe la presencia irrecusable de la verdad, de la verdad del Creador, que se ofrece también por escrito en la revelación de la Historia Sagrada. El hombre puede ver la verdad de Dios en el fondo de su ser creatural. No verla es culpa. Sólo se deja de ver cuando no se la quiere ver, es decir, porque no se la quiere ver. Esta negativa de la voluntad que impide el conocimiento es culpa. El que la lámpara de señales no ilumine es consecuencia de haber apartado voluntariamente la mirada de lo que no queremos ver..





FUENTE:
RATZINGER, Joseph: Verdad, valores y poder (Libro) , , Ed.Rialp, 2005 Madrid 51


FUENTE AMPLIADA:
RATZINGER, Joseph: Verdad, valores y poder Ed. Rialp, Madrid, 2005 (1993)


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