RESUMEN:
En este sentido es necesario decir que el alma humana conoce las cosas en las razones eternas, por cuya participación lo conocemos todo. Pues la misma luz intelectual que hay en nosotros no es más que una cierta semejanza participada de la luz increada en la que están contenidas las razones eternas.


TEXTUAL:
(...)

Por lo tanto, cuando nos preguntamos si el alma humana conoce todas las cosas en las razones eternas, debemos responder que algo es conocido en otro de dos maneras. 1) Una, como en objeto conocido, al modo como se ven en el espejo las cosas cuyas imágenes refleja. De esta manera el alma no puede en el presente estado de vida ver todas las cosas en las razones eternas; en cambio, así es como conocen los bienaventurados, los cuales ven a Dios y todas las cosas en Dios. 2) Otra, como en su principio de conocimiento. Como si dijéramos que vemos en [por] el sol lo que vemos por su luz. En este sentido es necesario decir que el alma humana conoce las cosas en las razones eternas, por cuya participación lo conocemos todo. Pues la misma luz intelectual que hay en nosotros no es más que una cierta semejanza participada de la luz increada en la que están contenidas las razones eternas. Por eso, en el Sal 4,6-7 se dice: MUCHOS DICEN: ¿QUIÉN NOS MUESTRA LOS BIENES? El salmista responde a esta pregunta diciendo: SEÑOR, SOBRE NOSOTROS ESTÁ SELLADA LA LUZ DE TU ROSTRO. Como si dijera: Por el sello de la luz divina en nosotros todo se nos da a conocer.

(...)


FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología, Parte Primera, Ed.BAC, 2001 Madrid q.84, a.5, s.


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología, Parte Primera Ed. BAC, Madrid, 2001 (1273)


CLAVES: Conocimiento > Luz divina en nosotros