p. 106 Para mostrar la incapacidad del liberalismo para racionalizar los problemas sociales, Heller pone un conocido ejemplo [Agnes HELLER, Beyond Justice, Basil Blackwell, Oxford, 1987, p. 244.]. Se trata de una sociedad en la que el agua es escasa, y en la que existen diversos intereses respecto del uso del agua: beber, lavarse, regar el jardín o el huerto, producir energía, llenar la piscina, etc. Apelando sólo al valor de la libertad individual y al principio de limitar la libertad de uno para que no impida la libertad de otro, no es posible dar una solución racional a este problema. Conceder a cada uno la misma cantidad de agua, no tiene sentido, y equivale, de hecho, a dar satisfacción a unos intereses y no a otros. Conceder cantidades diferentes, dejando a todos los intereses en un mismo nivel de insatisfacción, no es solución alguna, y tampoco tiene sentido ni justificación racional. Permitir que se imponga el interés mayoritario, es eso: una imposición (la ejemplaridad de la imagen exige pensar que quienes desean el agua para un fin –llenar la piscina, por ejemplo– no la necesitan o, al menos, no la desean para otro –lavarse, por ejemplo–). Para que quepa una solución racional, es preciso apelar a una realidad común que actúe como criterio para establecer una jerarquía objetiva entre esos intereses en conflicto. Mientras el valor de esos intereses se considere meramente subjetivo y, por tanto, públicamente equivalente, no cabe más solución que una imposición o un coyuntural equilibrio de fuerzas.