p. 40 (...) El liberalismo, al tomar al individuo como punto de partida, y definirlo de manera abstracta y universal, dotándole de una autonomía y unos derechos constituidos previamente a todo orden político, reduce necesariamente el Estado a una estructura instrumental, al servicio de esa autonomía y de esos derechos previos. Como el contenido de la identidad y de la dignidad del ser humano es algo que precede al Estado, a éste no le queda más función que la de garantizar y proteger esos contenidos ya constituidos. Al Estado no le corresponde ninguna función constitutiva respecto de lo valioso de la existencia humana.