RESUMEN:
Al explicar Sto. Tomás porqué la libertad no es un hábito, sino que es la misma potencia de la voluntad en relación con el entendimiento, dice que la voluntad no necesita ser perfeccionada por ningún hábito, pues de suyo tiende al bien humano, cosa que no hacen las otras potencias, como el irascible o el concupiscible, que necesitan de la rectificación de la razón para acostumbrarse a apetecer el bien humano, y no el bien propio del apetito. PERO Sto. Tomás en la Suma dirá que la justicia es un hábito que perfecciona la voluntad. Quizá pueda entenderse en cuanto le ajusta al bien del prójimo.


TEXTUAL:
Argumentos por los que parece que el libre albedrío no es una potencia, y respuesta de Sto. Tomás

Arg. 9. Es más fácil proceder a un acto cognoscitivo que a uno operativo. Ahora bien, a la potencia cognoscitiva se le asignó un hábito natural, cual es el intelecto de los principios, que se halla en lo más elevado del conocimiento. Por eso, a la potencia operativa o motiva se le asignó también un hábito natural. Como, por otra parte, el libre albedrío ocupa el primer rango dentro de las potencias motivas, parece ser un hábito o una potencia perfeccionada por un hábito.

Ad. 9. Una potencia puede necesitar el hábito por dos razones. En primer lugar, porque la operación a la que debe dar origen supera la capacidad de la misma, aunque no supere la fuerza de toda la naturaleza humana. En segundo lugar, porque supera la capacidad de toda la naturaleza. En este segundo caso, todas las potencias del alma, tanto intelectivas como afectivas, necesitan de hábitos para producir actos meritorios, porque no pueden hacer tales actos si no se les añaden los hábitos de la gracia.

Bajo el primer punto de vista, necesita de hábito el entendimiento, porque no puede entender una cosa si no se hace semejante a ella mediante una especie inteligible y pasa al acto por ella; pero cierta ordenación de las especies produce el hábito [o dicho de otra manera: de ahí que convenga que haya especies inteligibles por las que pase al acto el intelecto, y el hábito realiza precisamente cierta ordenación de esas especies]. Por la misma razón necesitan hábitos las potencias apetitivas inferiores, es decir, la irascible y la concupiscible. De ahí que sean perfeccionadas por las virtudes morales, puesto que el hecho de que sus actos sean moderados no supera la naturaleza humana, pero sí la capacidad de dichas potencias. De aquí se deduce la necesidad de que se imprima en ellas lo propio de una potencia superior, la razón, y este sello de la razón en las potencias inferiores perfecciona formalmente las virtudes morales.

Por lo que se refiere a la potencia afectiva superior [la voluntad], no precisa en este sentido de hábito alguno (*), porque tiende por naturaleza al bien connatural a ella misma como a su objeto propio. De donde se deduce que, para querer el bien, sólo necesita que le sea mostrado por medio de la potencia cognoscitiva. Por eso los filósofos no pusieron en la voluntad ningún hábito natural ni adquirido, sino que, para dirigir las potencias operativas, asignaron la prudencia a la razón, y la templanza, la fortaleza y otras virtudes morales al apetito irascible y al concupiscible. Pero, según los teólogos, debe ponerse en la voluntad el hábito de la caridad para los actos meritorios.

(*) Tomás respeta aquí el parecer de los filósofos, pero en otros lugares considerará la justicia como un hábito adquirido de la voluntad (cf. Summa II-II q.85)



FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 (Libro) , , Ed.BAC, 2003 Madrid Cuestión del libre albedrío, art. 4 ¿El libre albedrío es potencia o no?, (De Vertitate, q. 24)


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 Ed. BAC, Madrid, 2003


CLAVES: Justicia > Voluntad y justicia