«En la ley de eutanasia, el legislador muestra una empatía selectiva. Es sensible con quienes desean la muerte, pero menos con quienes no quieren colaborar con acciones que consideran inhumanas. Una deseable reforma de la ley debería evitar toda apariencia de que se incurre en una tentación frecuente en gobiernos contemporáneos: reconocer la libertad de conciencia de los ciudadanos, siempre que coincida con los valores morales que el legislador ha decidido son los mejores»
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