p. 36 Como han apuntado diversos autores –Bellah, Seligman, Glendon–, el liberalismo, que afirma la suficiencia de leyes meramente formales, ha podido sostenerse porque, en realidad, contaba con instituciones que proveían a la sociedad de fines y valores sustantivos, sin que el liberalismo haya colaborado a su creación y sostenimiento, sino, más bien, a su progresivo deterioro. Daniel Bell ha mostrado que el capitalismo, fiado en la suficiencia de la competencia, erosiona sus propias bases morales, que proceden de un contexto más amplio que el mercado, de carácter solidario y no competitivo[25]. Lo mismo cabe afirmar del liberalismo, respecto de un contexto no individualista ni procedimental. El liberalismo, como un parásito, vive de lo que no produce, y además no tiene con ciencia de necesitar de ello. Las premisas liberales –señala Sullivan– nunca han bastado para mantener los valores proclamados por la tradición liberal. Locke pudo sostener su modelo de sociedad porque recurrió a la fe en Dios y a la doctrina de la Ley Natural, de la tradición estoica y medieval[26].
Si el sistema liberal parece haber funcionado durante cierto tiempo, no es porque sus principios respondan a la realidad, sino porque, en verdad, las sociedades liberales han contado con un capital moral acumulado que ha sido aportado por instituciones sociales de naturaleza no liberal, cuyo vigor se ha mantenido hasta que los principios liberales han acabado por permearlas. Pero ese capital moral está hoy agotado[27], y las sociedades liberales se encuentran con la imposibilidad de sostenerse sólo con aquello que les proporciona el liberalismo, con la imposibilidad de subsistir como sociedades sólo y completamente liberales.