[La libertad es siempre libertad "para algo", para conseguir determinados fines que cada cual se propone. Pero tales fines, y por consiguiente tales libertades, no son previos a la vida social, sino que se definen y se hacen posibles en la sociedad en que vivimos.
Por ejemplo, la libertad de aparcar en doble fila para hacer una compra urgente choca con la libertad del que aparca en primera fila para sacar inmediatamente su coche. ¿Qué interés o libertad tiene preferencia? ¿El de quien aparca en primera fila? ¿Y qué pasa si el que aparca en segunda fila es un médico que acude a una urgencia o una mujer embarazada que acaba de romper aguas? ¿A qué fines damos preferencia?
Los fines de cada cual son inconmensurables con los de los demás si no definimos previamente qué queremos al vivir juntos en una comunidad.
Por eso las libertades de cada uno están medidas por la sociedad en la que vivimos, por sus fines, por sus valores.
Si damos prioridad a la vida, protegeremos la libertad de la mujer que aparca en doble filas porque se ha puesto de parto. Si damos prioridad al ocio, daremos prioridad al que quiere irse inmediatamente a casa nada más trabajar.]
p. 43 en realidad, los fines que nos proponemos no están definidos ni previa ni independientemente de la sociedad en la que vivimos y, desde luego, la sociedad no se justifica porque en ella podamos perseguir libremente nuestros fines individuales. Los fines que nos proponemos son siempre algunos de los fines que son posibles –en cuanto a su definición, no sólo en cuanto a su realización material– en el tipo de sociedad en que vivimos. Lo que podamos concebir como fin –y me refiero a fines verdaderamente prácticos, concretos y ordinarios–, nos lo jugamos en el carácter que posea nuestra sociedad, y esto es lo que configuramos políticamente. La acción política se justifica por los nuevos fines que se hacen posibles gracias a la configuración de la sociedad, que llevamos a cabo en común mediante esa acción.