RESUMEN:
Puesto que la moralidad tiene su origen solamente en la voluntad divina, los actos humanos, tomados en su singularidad, obtendrán su calificación moral precisamente y sólo de su relación con la ley. Por sí mismos, se los puede considerar indiferentes [moralmente], como la libertad que los forma. Llegarán a ser morales por la intervención de la ley. La perfección moral no sólo es la observancia de la ley, sino por amor a la misma obediencia (resabios kantianos).
TEXTUAL:
p.403, §.5

Santo Tomás había definido la ley como una «ordinatio rationis ad bonum commune», esto es, como una obra de la sabiduría del legislador, divino o humano, que incluía un impulso voluntario, hecho con autoridad pero ordenado [por la razón]. Para Ockham, todo el obrar legislativo procede de la voluntad, y, ante todo, de la voluntad de Dios, autor de la ley y causa de la obligación moral.

p.404, §.3 ? p.405, §.2

La libertad del hombre es completa, ciertamente, pero su condición de criatura lo somete a la omnipotencia de la voluntad divina. Es este poder soberano de Dios sobre el hombre lo que va a crear el vínculo moral. Éste no tiene otro origen que la manifestación que Dios hace al hombre de su voluntad sobre él con la fuerza de la obligación, la cual designa la presión y constricción ejercidas por una voluntad superior sobre una libertad sometida. Esta será la ley moral: la expresión de la voluntad de Dios que se impone a la libertad del hombre como una obligación y un límite.

En consecuencia, la moral expresa esencialmente una relación de la voluntad; se concentra en la idea y en el sentimiento de la obligación, que va a constituir lo que se llamará desde entonces el hecho primitivo de la moral. La libertad de indiferencia, la ley y la obligación se hacen indisociables.

Notemos de paso que se produce una profunda transformación y un endurecimiento del sentido de la palabra «ley» y de los términos afines: mandamiento, precepto, orden, etc., no sólo en contraste con santo Tomás, sino también con la Escritura y los Padres, en quienes estos términos tenían una significación sapiencial y de contenido mucho más rico.

La ley así concebida va a dominar y a regir todo el ámbito de la moral. No se da ya la necesidad de la referencia a las inclinaciones naturales, a los habitus y a las virtudes; muy al contrario, es ella quien los juzga y les confiere valor si son conformes a ella. La ley moral no se fundamenta más que en ella misma, es decir, en la pura voluntad de Dios, de la que es fruto. A partir de ahora, la ley trazará los límites del campo de la moral por sus obligaciones y se clasificará por los mandamientos que ella lleva consigo. Éstos serán principalmente los mandamientos de Dios, el Decálogo. (...)

Puesto que la moralidad tiene su origen solamente en la voluntad divina, los actos humanos, tomados, como hemos visto, en su singularidad, obtendrán su calificación moral precisamente y sólo de su relación con la ley. Por sí mismos, se los puede considerar indiferentes [moralmente], como la libertad que los forma. Llegarán a ser morales por la intervención de la ley: buenos, si son conformes a ella; malos si son contrarios. De este modo, la moralidad adviene a los actos desde el exterior; como dirán los nominalistas, es una relación accidental.

La relación en cuestión [entre libertad y ley] no es, por otra parte, tan apacible como nos lo dan a entender las discusiones abstractas de los escolásticos. En realidad, reina una tensión entre la libertad de indiferencia y la ley, que viene a limitarla y la constriñe mediante las obligaciones. Esta tensión es irreductible, se haga lo que se haga. Con frecuencia, reducirá las obligaciones al mínimo para no sobrecargar la conciencia, pero también llevará la exigencia hasta el fondo, reclamando una conformidad de los actos a la ley no sólo material, sino formal: que sean cumplidos por el único y puro motivo del respeto a la ley, de la sumisión a la obligación, al deber. Ya existen en Ockham fórmulas que corresponden a la doctrina del imperativo categórico de Kant. En todo caso, no desaparecerá nunca la tensión entre la libertad y la ley, que se extrae de la pura razón o de la Revelación.

FUENTE:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana, Ed.Eunsa, 2000 Pamplona CAPÍTULO XIII LATEOLOGÍA MORAL EN EL PERÍODO ACTUAL
FUENTE AMPLIADA:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana Ed. Eunsa, Pamplona, 2000 (1985)
CLAVES: Nominalismo > La ley moral como expresión de la voluntad de Dios