RESUMEN:
El derecho natural primero, según Ockham, es como «el imperativo categórico de la razón». Comprende la suma de los preceptos que se imponen a todo hombre razonable con una evidencia cegadora. Tales principios constituyen el fundamento de la vida moral. La primera característica de estos principios es que son irracionales, pues la razón que ordena es incapaz de justificar sus órdenes. Hemos de aceptarlas como postulados indemostrables análogos a los que encontramos en el umbral de todo ciencia. Son evidencias prácticas.


TEXTUAL:
2. El conocimiento de la voluntad de Dios por la razón

p.409, §.1

[Tras la obra de Ockham] Se podría creer, en consecuencia, que la voluntad y la razón van a marchar cada una por su lado, como divorciadas, y que la voluntad recibirá en patrimonio la moral, mientras que la razón reinará en las ciencias. En la realidad, las cosas no son tan simples. Ya Ockham, a pesar de que se pueda apelar a su voluntarismo en moral, otorgó un considerable papel a la razón en el juicio moral, precisamente por el conocimiento de la voluntad de Dios, que funda la moral.

Acabamos de ver que la razón participaba en la deducción de las leyes morales a partir de los textos de la Escritura con la certeza que pueden dar los razonamientos evidentes. Pero posee una función más directa y fundamental para la moralidad: es en la misma razón, en el interior del hombre, frente a su libre voluntad, donde se manifiesta la voluntad de Dios bajo la forma de la obligación moral que se nos impone con evidencia. En efecto, tenemos el sentimiento espontáneo de que ciertos actos merecen la alabanza o la censura. Se trata de una experiencia primera que asocia en nosotros, de modo indisoluble, la libertad a la ley transmitida por la razón. La razón recta o la conciencia es, por tanto, un lugar privilegiado, más próximo y más natural, en el que se revela al hombre la ley moral. Por consiguiente, Ockham verá en esta razón el fundamento del derecho natural. Será, para él, un primer principio de la moral el deber de obrar conforme a los preceptos de la razón, incluso si ésta en alguna ocasión nos conduce al error. «Dios quiere que hagamos todo lo que nuestra razón nos ordena hacer, aunque, a causa de un error inevitable, nos aleje del camino recto» [G. de Lagarde, La naissance de l'espirit laïque au déclin du Moyen Age, t. VI, L'individualisme ockhamiste, París 1946, p. 124, subrayado de Lagarde, p.66]. Para Ockham, el acto realizado conforme al precepto de la conciencia errónea es de suyo bueno y meritorio.

Quizá nos podamos extrañar de que la razón recupere una función tan importante en moral, después de sus enfrentamientos con la voluntad. Pero las cosas se comprenden cuando se advierte que el papel de esta razón ha cambiado profundamente: ya no nos propone razones sacadas de la naturaleza de las cosas, del hombre, de Dios, que esclarezcan el obrar; se contenta con aportar órdenes, con dictar preceptos, con dar a conocer las obligaciones que expresan la pura voluntad divina. Los imperativos de la razón no tienen necesidad de sostenerse con la ayuda de la razón; se imponen a priori. Por ello, G. Lagarde podrá definir el derecho natural primero, según Ockham, como «el imperativo categórico de la razón». Comprende la suma de los preceptos que se imponen a todo hombre razonable con una «evidencia cegadora y que constituyen el fundamento de la vida moral...». Y añade este rasgo paradójico y, sin embargo, totalmente típico: «La primera característica es ser irracional. Decimos bien al afirmar que es "irracional", aunque se trate de un "imperativo de la razón". Pues la razón que ordena es incapaz de justificar sus órdenes. Hemos de aceptarlas como postulados indemostrables análogos a los que encontramos en el umbral de todo ciencia». [G. de Lagarde, La naissance de l'espirit laïque au déclin du Moyen Age, t. VI, L'individualisme ockhamiste, París 1946, pp. 143-144].

La transformación es profunda: la razón moral no mira ya el contenido de los preceptos para justificarlos, para hacerlos comprensibles; se limita a dar a conocer la existencia del precepto obligatorio y culminará su trabajo al mostrar que el precepto debe ser observado por sí mismo, por pura obediencia a la obligación, exactamente como un imperativo categórico. Las propias ideas y las fórmulas de Ockham anuncian las de Kant. Estamos ante un «racionalismo», en la fundación de la ley moral, que es perfectamente compatible con el voluntarismo asociado a la libertad de indiferencia.



FUENTE:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana, Ed.Eunsa, 2000 Pamplona CAPÍTULO XIV, La libertad de indiferencia en el orgien de la moral de la obligación


FUENTE AMPLIADA:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana Ed. Eunsa, Pamplona, 2000 (1985)


CLAVES: Nominalismo > La ley moral como expresión de la voluntad de Dios > El papel de la razón en el conocimiento de la voluntad de Dios