RESUMEN:
El nominalismo de Ockham margina las virtudes morales, y niega que sean virtudes las que se afianzan sobre los apetitos sensitivos, puesto que considera que la determinación de los apetitos supondría una merma de libertad.


TEXTUAL:
La marginación de las virtudes

p.299, §.3 Tras las inclinaciones naturales y la finalidad, es preciso igualmente separar del acto libre los hábitos y las virtudes, como disposiciones estables a obrar de una determinada manera. Los hábitos y las virtudes pueden sin duda constituir una ayuda que facilita la ejecución de la decisión libre y eliminar los obstáculos. Sin embargo, si fueran determinantes, estas disposiciones disminuirían el poder de elegir entre cosas contrarias, que [es precisamente lo que, según Ockham,] define [a] la libertad. Un acto realizado bajo el impulso de un hábito parece menos libre que si procediera de una pura decisión voluntaria. Por tanto, [según Ockham] los hábitos y las virtudes deben quedar por debajo de la libertad, como tendencias de las que usará o no a su arbitrio. Pierden, de este modo, su valor moral propio y se convierten en simples costumbres, mecanismos psicológicos. Como escribe el R Vereecke: «La libertad [en Ockham] significa indeterminación total. Para que el acto sea bueno y meritorio, la voluntad ha de tener en todo instante la libertad más absoluta de responder o no a la obligación. Todo lo que limite nuestra libertad, disposiciones corporales, inclinaciones de los sentidos, disposiciones psíquicas, limita también el campo de la moralidad, La moral nominalista no será, pues, una moral del sujeto que se adapta cada vez mejor al bien (añadimos nosotros: tal es justamente el papel de la virtud), sino una moral de los actos, en la que la libertad debe asumir en cada instante la obligación que se le impone» (op. cit., pp. 134-135 [L. Vereecke, Loi et Evangile selon Guillaume d'Ockham, en «Loi et Evangile», Ginebra 1981]).

No obstante, conviene añadir que Ockham mantendrá la doctrina de la virtud que imponía unánimemente la tradición escolástica. Pero la entiende a su manera. Sólo reconoce cualidad virtuosa en el acto de la voluntad. «Únicamente el hábito de la voluntad es propiamente virtud», afirma (III Sent. q. 10 D). Los actos de la sensibilidad o del intelecto, en el caso de la prudencia, no pueden ser llamados virtuosos más que por una denominación totalmente exterior. De todas formas, para él, la inclinación a la virtud no es ni un hábito, ni un acto, sino una simple potencia, como el de la materia hacia la forma. En su pensamiento, el acto supera totalmente a toda inclinación y hábito. Como se ve, si bien Ockham acepta la doctrina tradicional de las virtudes, la reinterpreta en la perspectiva de su concepción del acto voluntario y de la libertad de indiferencia, lo que quiere decir que elimina de la virtud su principal papel en moral, el de ser una determinación necesaria para asegurar la perfección de las acciones humanas.





FUENTE:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana, Ed.Eunsa, 2000 Pamplona II. Esbozo de una historia de la teología moral, CAPÍTULO X LA TEOLOGÍA MORAL A FINALES DE LA EDAD MEDIA: LA REVOLUCIÓN NOMINALISTA


FUENTE AMPLIADA:
PINCKAERS, Servais: Las fuentes de la moral cristiana Ed. Eunsa, Pamplona, 2000 (1985)


CLAVES: Nominalismo > La «marginación de las virtudes»