p. 111 El hombre es un ser corporal. Por esto, la felicidad humana precisa de bienes exteriores. La vida buena y plenamente humana, la práctica de las virtudes que hacen al hombre excelente, es posible si el hombre dispone de ciertos bienes materiales. La carencia absoluta de recursos materiales, la situación de completa miseria degrada al hombre de su auténtica humanidad, al privarle de la posibilidad de actualizar y cultivar lo más propiamente humano que hay en él. En la situación de miseria, el hombre queda materializado, convertido en un ser que se experimenta a sí mismo como puro sujeto de necesidades materiales, que vierte todas sus energías en satisfacer sus necesidades más elementales, y que lleva a cabo esta satisfacción de manera puramente material o biológica107. Cuando las necesidades materiales son extremas y apremiantes, el hombre pierde en gran medida su autodominio ante la posible satisfacción de éstas, es decir, su capacidad de distanciarse de esa satisfacción, de abrir entre su estado de necesidad y la fuente de satisfacción de ésta un hiato o espacio que haga posible la introducción de las mediaciones culturales que sirven para humanizar el modo de satisfacer las mismas necesidades materiales. Ante la urgencia de la comida, de la bebida, del abrigo, etc., el hombre se ve seriamente dificultado, no sólo para aspirar a otros bienes, más humanos y superiores, sino también para tenerlos en cuenta a la hora y en el modo de satisfacer esas necesidades corporales.
Por esto, puede decirse que la finalidad última de la economía es una finalidad ética. La economía, al proveer al hombre de recursos materiales, al liberarle de la miseria o de la situación de pura subsistencia, está haciendo posible el desarrollo auténticamente humano y moral del hombre108. La economía proporciona al hombre el nivel de provisión material, la relativa abundancia de bienes exteriores que es condición de posibilidad para la práctica y cultivo de lo más humano del hombre. Por ser el hombre un ser social, la vida propiamente humana es vida en común, realización y participación de bienes comunes. Pero para abrirse a lo común, para vivirlo y atenderlo de manera estable y ordinaria, es preciso tener cubiertas suficientemente las necesidades más básicas e individuales.