RESUMEN:
El hombre que trata a su prójimo como persona, se dignifica; y el que le trata como una cosa, se cosifica. La dignidad moral de cada cual se decide en el respeto de la dignidad del prójimo. Y tal respeto se funda en un horizonte religioso: la Creación como acto de amor de Dios hacia cada ser humano. El ser humano, su respeto, no se sostendría a sí mismo sin el mensaje cristiano.
TEXTUAL:
p.64

Ratzinger cita a Romano Guardini: «Una cosa se trata como cosa cuando se la posee, cuando se la usa y cuando, finalmente, se la destruye o, con referencia a los seres vivos, cuando se la mata. La prohibición de matar a un ser humano es la expresión más incisiva de tratarlo como si fuera una cosa» (tomado de la obra I diritti del nascituro, publicada en Studi cattolici, mayo-junio de 1974).

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§2 «Con la medida que midáis seréis medidos». La mirada con que me ocupo del otro decidirá sobre mi humanidad. Puedo tratarlo sencillamente como una cosa, olvidándome de su dignidad y de la mía, y de que tanto él como yo somos imagen de Dios. El otro es guardián de mi dignidad. Por eso, la moral, que brota de esta consideración con respecto al otro, custodia la verdad y la dignidad del hombre. El hombre necesita la moral para ser él mismo y no perder su propia identidad en el mundo de las cosas. Para ser completo nuestro análisis, necesita un paso más, el último y decisivo, que nos hace volver a aquel pasaje del Génesis con el que comenzó nuestra reflexión. ¿Cómo puede el hombre concebir la realidad de modo que, a la vez que comprende y respeta la dignidad de otra persona, vea garantizada la suya propia? El drama de nuestro tiempo consiste, precisamente, en la incapacidad de entendernos de esa manera, por lo que el otro se convierte en una amenaza de la que tendremos que defendemos. En realidad, la moral está siempre inscrita en un horizonte religioso más amplio, que constituye su respiración y su entorno vital. Fuera de ese entorno, la moral se convierte en asfixiante y formalista, y se va debilitando hasta morir y desaparecer. EL RECONOCIMIENTO ÉTICO DE LA SACRALIDAD DE LA VIDA Y EL ESFUERZO POR RESPETARLA NECESITAN LA FE EN LA CREACIÓN COMO HORIZONTE. Igual que el niño sólo puede abrirse confiadamente al amor, si se sabe amado, y sólo puede desarrollarse y crecer, si sabe que vela sobre él la mirada amorosa de sus padres, también nosotros lograremos mirar a los demás respetando su dignidad de personas, si experimentamos la mirada amorosa de Dios que se posa sobre nosotros y nos revela la dignidad de nuestra propia persona. «Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. [...] Y vio Dios todo lo que había creado; y era muy bueno» (Gn 1,26.31).

El cristianismo es la memoria de esa mirada amorosa de Dios sobre el hombre, en la que están guardadas la plenitud de su verdad y la garantía última de su dignidad. El misterio de la Navidad nos recuerda que, en Cristo que nace, toda vida humana, desde su primer instante, goza de su bendición definitiva bajo la mirada misericordiosa de Dios. Y los cristianos saben que su vida transcurre bajo esa mirada amorosa, con la que reciben un mensaje esencial para la vida y el futuro de la humanidad. De ese modo el hombre puede aceptar hoy con humildad y orgullo el alegre anuncio de la fe, sin el cual la existencia humana no puede subsistir. En esa tarea de anunciar la dignidad del hombre y el deber de respetar la vida, los cristianos serán objeto de burla e incluso de odio, pero el mundo no podría vivir sin ellos.

FUENTE:
RATZINGER, Joseph: El cristiano en la crisis de Europa (Libro) , , Ed.EDICIONES CRISTIANDAD, 2005 Madrid EL DERECHO A LA VIDA Y EUROPA. III EL PUNTO DE VISTA DECISIVO
FUENTE AMPLIADA:
RATZINGER, Joseph: El cristiano en la crisis de Europa Ed. EDICIONES CRISTIANDAD, Madrid, 2005
CLAVES: Persona > Dignidad de la persona > Fundada en el acto creador