RESUMEN:
La ingeniosidad, sagacidad o dinótica como capacidad de arbitrar los medios adecuados para lograr un fin, ya sea bueno o ya sea malo, y diferencia con la prudencia, que requiere de la virtud moral por la que juzga correctamente acerca de los fines.


TEXTUAL:
VI, 9, §903. Muestra cuál es ese principio. Dice que debe ampliar algo de lo dicho para que se conozca con más claridad. Pues existe cierta potencia, v.g. cierto principio operativo, a la cual llaman DINÓTÍCA que es cierta ingeniosidad o sagacidad para que el hombre pueda hacer lo que se ordena a la intención que propuso, sea buena o mala; y, por lo que se hace, se pueda acertar o alcanzar el fin. Si la intención es buena, esta ingeniosidad es laudable. Si es mala, es llamada astucia, que juega en el mal como la prudencia en el bien. Porque la dinótica o ingeniosidad es común a ambos procederes, de allí es que, tanto de los prudentes como de los astutos, decimos que son dinóticos, es decir ingeniosos o sagaces.



904. Muestra lo que la prudencia agrega a dicho principio.

Dice que la prudencia no es enteramente lo mismo que dicha potencia, la dinótica, pero sin embargo no puede darse sin ella. En el alma, el hábito de la prudencia que corresponde a esta visión, a este principio cognoscitivo o ingenio no se alcanza sin virtud moral, que dispone siempre al bien, como se ha dicho. Cuya razón es manifiesta, pues como los silogismos especulativos tienen sus principios, así, en los razonamientos prácticos, el principio es tal fin que es bueno y óptimo, cualquiera que sea el fin en razón del cual alguien obra. Da algunos ejemplos, para el templado, lo mejor y, como un principio, es alcanzar el medio debido en las concupiscencias del tacto. Ahora bien, que esto sea lo mejor no aparece sino para el bueno o virtuoso, que tiene una recta apreciación del fin, puesto que la virtud moral hace recta la intención del fin.

Que para los malos no aparezca lo que, en verdad, es mejor se hace patente porque la malicia opuesta a la virtud pervierte el juicio de la razón y hace mentir en torno a los fines, que funcionan como principios prácticos. Así, al intemperante le parece óptimo seguir las concupiscencias, pues no puede razonar rectamente si yerra en torno a los principios. Luego, como al prudente le incumbe razonar rectamente sobre lo operable, se ve que es imposible que sea prudente quien no es virtuoso, como no podría ser sabio aquél que errase en torno a los principios de la demostración.



FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Comentario a la Ética a Nicómaco (Libro) , , Ed.EUNSA, 2001 Pamplona VI, 9, §903


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Comentario a la Ética a Nicómaco Ed. EUNSA, Pamplona, 3000 (2000)


CLAVES: Prudencia > Relación y diferencia con las virtudes morales > Presupone las demás virtudes