RESUMEN:
El incontinente hierra sólo en una premisa particular que añade al razonamiento ordinario correcto desvirtuando el juicio. En cambio el itemperante hierra en la misma premisa universal, pues considera bueno seguir siempre y en todo sus pasiones sin escuchar a la razón.


TEXTUAL:
Respuesta a las Objeciones por las que parece que el pecado del incontinente es más grave que el del intemperado.



Ad. 1 (...) La ignorancia del intemperado es mayor [que la del icontinente] también, bajo otro aspecto, a saber: en cuanto al objeto que ignora. En efecto, la ignorancia del incontinente se refiere a un objeto particular de libre elección, en cuanto que debe elegir un objeto determinado y en un momento concreto; el intemperado, en cambio, posee ignorancia sobre el fin mismo, en cuanto que juzga que es bueno seguir las pasiones sin moderación alguna. Por eso dice el Filósofo, en VII Ethic. 17, que ?el incontinente es mejor que el intemperado, porque en él se salva el principio más excelente?, es decir, la estimación recta del fin. (...)



Ad 2. A la segunda hay que decir: Para curar al incontinente no basta el conocimiento, sino que se requiere el auxilio interior de la gracia que mitigue la concupiscencia, y se añade también el remedio de la admonición y la corrección, con las cuales puede empezar a resistir a las concupiscencias, y con ello se debilita el deseo, como ya dijimos antes (q.142 a.2). El intemperado puede curarse también así, pero su curación es más difícil por dos motivos. El primero es por parte de la razón, que está corrompida en el juicio sobre el fin último, que es como el principio de las demostraciones, y es más difícil hacer llegar a la verdad al que está equivocado en los principios, al igual que, en el orden operativo, al que está equivocado sobre el fin. El segundo es por parte de la inclinación del apetito, la cual en el intemperado es producto de un hábito difícil de eliminar, mientras que en el incontinente procede de una pasión, que puede reprimirse más fácilmente.



Ad. 3. A la tercera hay que decir: La sensualidad de la voluntad, que aumenta la gravedad del pecado, es, en el intemperado, mayor que en el incontinente, como ya hemos dicho (In corp.). Pero la sensualidad de la concupiscencia del apetito es, a veces, mayor en el incontinente, porque éste sólo peca si es movido por una concupiscencia; pero el intemperado peca incluso bajo una concupiscencia leve, incluso a veces la prepara. Por eso dice el Filósofo, en Ethic. 18, que reprobamos más al intemperante porque busca el deleite ?sin desearlo, o pacíficamente?, es decir, sin sentir ningún estimulo fuerte. ?¿Qué haría si estuviera bajo los efectos de una concupiscencia juvenil??


FUENTE:
DE AQUINO, Tomas: Suma de Teologia II-II (b) (Libro) , , Ed.BAC, 2001 Madrid q.156, a.3


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomas: Suma de Teologia II-II (b) Ed. BAC, Madrid, 2001 (1224)


CLAVES: Razón práctica > Silogismo práctico > Razonamiento del incontinente