p. 128-129 El establecimiento de este mínimo ético es en lo que consiste el ejercicio de la tolerancia, en sentido estricto. Ya hemos visto que este sentido no es el que se da comúnmente a este término en el lenguaje político actual. Estrictamente hablando, tolerar significa soportar la presencia de algo negativo, perjudicial, en lugar de eliminarlo, cuando, en principio, sería legítimo combatirlo. Cuando, mediante la ley, no se exige algo que es bueno para el bien común, o no se prohibe algo que es malo para este bien, el legislador está realizando un acto de tolerancia. La razón que justifica este modo de proceder es el mismo bien común: exigir o prohibir por encima del mínimo ético asequible para la mayoría de los ciudadanos, acabaría siendo contraproducente para la armonía y estabilidad social. La tolerancia es un asunto prudencial: su criterio se encuentra en la naturaleza de la vida política y en las condiciones que para esta vida presenta realmente una sociedad en cada momento. En función de estas condiciones, puede variar la necesidad que haya de algo bueno, o la peligrosidad que encierre algo malo, con respecto al bien común.