RESUMEN:
La virtud completa no es sólo un hábito de la voluntad, sino también un adiestramiento de los sentidos y potencias inferiores. Para entender esto con claridad basta leer el art.3 de la q.155 de la II-II, en el que Sto. Tomás explica por qué la contiencia no es virtud al no estar arraigada en el apetito concupiscible, sino sólo en la voluntad.


TEXTUAL:
¿Es el apetito concupiscible el sujeto de la continencia?

Solución. Hay que decir: Toda virtud que se da en algún sujeto hace que éste se distinga de la disposición que posee cuando está sometido al vicio opuesto. Ahora bien: el apetito concupiscible se porta de igual modo en el que practica la continencia que en el incontinente, ya que incita a los dos a fuertes deseos malos. Por tanto, es evidente que la continencia no reside en el apetito concupiscible. Dígase lo mismo de la razón, que se comporta de igual modo con el que practica la continencia que con el que no lo hace, pues ambos poseen una razón recta y ambos, cuando no están bajo el influjo de la pasión, tienen el propósito de no obedecer a los malos deseos. La primera diferencia entre ambos está en la elección: el que practica la continencia, aunque sufra deseos fuertes, elige no seguirlos a causa de la razón, mientras que el incontinente decide seguirlos a pesar de la oposición de la razón. De ahí que la continencia tenga que residir en la facultad del alma cuyo acto es la elección. Y dicha facultad es la voluntad, como ya dijimos (1-2 q.13 a.1)



FUENTE:
Suma de Teología II-II, q.155, a.3, s.


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología II-II (a) Ed. BAC, Madrid, 1995 (1271)


CLAVES: Virtud > Inclinaciones naturales y virtud