RESUMEN:
«ES NECESARIO QUE AQUELLO A LO QUE LA VOLUNTAD ESTÁ DETERMINADA SEA EL PRINCIPIO DE APETECER LAS COSAS CON RESPECTO A LAS CUALES NO ESTÁ DETERMINADA, Y ESTO ES EL FIN ÚLTIMO». A continuación Sto. Tomás explica la triple indeterminación de la voluntad: respecto al acto (porque uno puede querer o no querer hacer algo), respecto al objeto (pues son muchos los medios posibles que conducen al fin úlitmo), y respecto a la ordenación o no al fin último (aquí el hombre cuando elige contra el fin último, elige siempre por error, en la aprehensión o en el razonamiento, porque no puede querer algo que le separe de la felicidad a la que está determinado por naturaleza).


TEXTUAL:
ARTICULO 6 Si la voluntad quiere necesariamente cuanto quiere

RESPUESTA

Hay que decir que afirmamos que algo es necesario precisamente porque está inmutablemente determinado a una cosa. Por eso, como la voluntad se relaciona de un modo indeterminado con respecto a muchas cosas, no tiene necesidad respecto de todas, sino sólo respecto a las que está determinada con inclinación natural, como se ha dicho. Y porque todo móvil se reduce a lo inmóvil y lo indeterminado a lo determinado como a principios, ES NECESARIO QUE AQUELLO A LO QUE LA VOLUNTAD ESTÁ DETERMINADA SEA EL PRINCIPIO DE APETECER LAS COSAS CON RESPECTO A LAS CUALES NO ESTÁ DETERMINADA, Y ESTO ES EL FIN ÚLTIMO, como hemos dicho. Ahora bien, hallamos indeterminación de la voluntad respecto a tres cosas: respecto al objeto, respecto al acto y respecto al orden hacia el fin.



RESPECTO AL OBJETO está, en efecto, indeterminada la voluntad respecto las cosas que son para el fin, no en cuanto al fin último mismo, como se ha dicho [art.5]. Y esto sucede porque se puede llegar al fin último por muchas vías, y a entes diversos competen diversas vías para llegar a él. Por eso no pudo estar el apetito de la voluntad determinado con respecto las cosas que son para el fin, como lo está en las cosas naturales, que para llegar a un fin cierto y determinado sólo tienen vías ciertas y determinadas [por ejemplo, hacer pis para vaciar la vejiga, o comer para saciar el hambre]. Y así queda claro que las cosas naturales apetecen las cosas que son para el fin con igual necesidad que el fin, de modo que no hallamos en ellas nada que puedan apetecer o no apetecer. La voluntad, en cambio, apetece necesariamente el fin último, de modo que no puede no apetecerlo, pero no apetece con necesidad nada de lo que conduce al fin; por eso, respecto a lo que es para el fin, está en su potestad apetecer una osa u otra.



En segundo lugar, la voluntad está indeterminada también RESPECTO AL ACTO, porque incluso con respecto a un objeto determinado puede usar el acto cuando quiere, o no usarlo, pues puede pasar al acto de querer cualquier cosa o no pasar, y esto no ocurre en las cosas naturales, porque el cuerpo grave desciende siempre hacia abajo, si no lo impide algo; y esto procede de que las cosas inanimadas no son movidas por sí mismas sino por otras, y de ahí que no tengan en ellas la potestad de moverse o no moverse; las cosas animadas, en cambio, se mueven a si mismas, y de ahí que la voluntad pueda querer y no querer.



La tercera indeterminación de la voluntad es RESPECTO AL ORDEN HACIA EL FIN, en cuanto que la voluntad puede apetecer lo que de verdad está ordenado al fin debido o lo que simplemente lo está en apariencia. Y esta indeterminación se debe a dos cosas: 1) a la indeterminación en cuanto al objeto en las cosas que son para el fin [pues hay muchos medios posibles igualmente válidos para lograr el fin], y 2) a la indeterminación de la aprehensión, que puede ser recta o no recta. Pues igual que de un principio verdadero dado no se sigue una conclusión falsa si no hay en la razón falsedad por una falsa asunción o por falsedad en el ordenamiento del principio hasta la conclusión, así también, de la presencia del apetito recto del fin último, no podría seguirse que alguien apeteciera algo desordenadamente si la razón no tomara como ordenable al fin algo que no es ordenable al fin; por ejemplo, quien apetece naturalmente la bienaventuranza con apetito recto nunca sería llevado a apetecer la fornicación, si no la aprehendiera como un bien del hombre por cuanto que es algo deleitable, y, así, quiere como ordenable a la bienaventuranza la imagen de ésta. Y de esto se sigue la indeterminación de la voluntad, con la que puede apetecer el bien y el mal.



Ahora bien, dado que llamamos libre a la voluntad que carece de necesidad, la libertad de la voluntad se considerará en tres aspectos: 1) en cuanto al acto, en cuanto que puede querer y no querer, 2) en cuanto al objeto, pues puede querer una cosa u otra, e incluso su opuesta 3) en cuanto al orden al fin, porque puede [o al menos parece que podría] querer el bien o el mal [querer lo que conduce al fin o lo que no conduce al fin]. En cuanto a la primera de ellas la voluntad tiene libertad en cualquier estado natural(*) respecto a cualquier objeto, pues el acto de cualquier voluntad está en su potestad respecto a cualquier objeto. La segunda, en cambio, se refiere a algunos objetos, a las cosas que son para el fin y no al fin mismo, y también según cualquier estado de la naturaleza. La tercera, por su parte, no es respecto a todos los objetos, sino respecto a las cosas que son para el fin, ni respecto a cualquier estado de la naturaleza, sino sólo respecto a aquel en el que la naturaleza puede fallar, pues cuando no hay fallo en la aprehensión o en el razonamiento no puede haber voluntad [volición] de mal, ni siquiera en las cosas que son para el fin, como sucede en los bienaventurados. POR TANTO, DECIMOS QUE QUERER EL MAL NO ES LIBERTAD, NI PARTE DE LA LIBERTAD, AUNQUE SEA UN SIGNO DE LIBERTAD.

(*) Nota 101 Los estados de la naturaleza humana son: 1) antes del pecado original, 2) después del pecado original y antes de la gracia, 3) en la gracia, 4) en la gloria (cf. S.T., III; q.53, art.2). O al menos de naturaleza íntegra y de naturaleza corrupta (cf. ST., I, q.94, a.2)



FUENTE:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 (Libro) , , Ed.BAC, 2003 Madrid Q. sobre el apetito del bien, Art. 6 Si la la voluntad quiere necesariamente cuanto quiere (De Veritate, q.22)


FUENTE AMPLIADA:
DE AQUINO, Tomás: Opúsculos y cuestiones selectas, vol. 2 Ed. BAC, Madrid, 2003


CLAVES: Voluntad > Necesidad de la voluntad